Los edificios que vemos a diario tienen mucho que contar. Detrás de muros, materiales, fierros y vidrio, está la mano de arquitectos que a través de estas construcciones expresaron sus voluntades, inquietudes y posiciones ante la profesión y la creación. Historia Arquitectónica de Concepción presenta esta sección de «entrevistas» para tener otra mirada de aquellas edificaciones que forman parte de nuestros recorridos cotidianos y son al mismo tiempo parte del patrimonio urbano y la historia.
Comenzaremos este viaje de testimonios y reflexiones con el arquitecto Carlos De la Barra. Arquitecto por la Universidad de Chile, titulado en 1965 y que estuvo asociado a tres de las oficinas más prolíficas de la segunda mitad del siglo XX en Chile; el grupo TAU (Taller de Arquitectura y Urbanismo – arqtos. Pedro Iribarne, Julio Mardones, Gonzalo Mardones, Jorge Poblete y Sergio González), BEL Arquitectos (arqtos. Ana María Barrenechea, Francisco Ehijo, Miguel Lawner) y la oficina SEM (arqtos. Abraham Schapira, Raquel Eskenazi y León Messina).
Fue su paso por esta última oficina lo que motivó que dejara su huella como arquitecto en Concepción a través de un singular edificio cuya complejidad y expresivas líneas lo transformaron en un ícono de la arquitectura moderna en la ciudad. El edificio de la Caja de Empleados Particulares EMPART, resultado de un concurso convocado por la CORVI en 1968 y que fue abierto al público en 1971. Hoy en día, esta obra es la sede de Fonasa y se encuentra en pleno centro penquista, calle Castellón frente a los Tribunales de Justicia. En la entrevista, don Carlos recuerda con afecto este edificio y además recuerda algunos aspectos como su formación en un contexto post Reforma, la era dorada de los concursos de arquitectura, la importancia de entidades como la CORVI o la CORMU además de colegas que lo marcaron significativamente.
INICIOS. CLASES CON HERNÁN BEHM Y EL TRABAJO COLABORATIVO
Carlos de la Barra estudió arquitectura en una época que recibió la influencia del proceso de reforma de la enseñanza de la arquitectura vivido a mediados de la década de 1940. En la entrevista, recordó algunos profesores como Hernán Behm además de otros personajes clave del período: «Hernán fue profesor mío en primer año en la escuela, tengo una muy bonita historia con él, porque la mujer de Hernán era profesora mía en el liceo y yo le empastaba libros… era un oficio con el que me financiaba y que mi padre me enseñó. Le empastaba libros a Hernán Behm y más de una vez lo encontré cuando le iba a dejar sus libros cuando vivía en calle Alameda en Santiago en su departamento, sin soñar siquiera que él iba a ser profesor mío en la universidad posteriormente. Teníamos los profesores que eran referentes de la Reforma que eran estudiantes en ese momento e hicieron la Reforma y fueron todos profesores míos. Schapira, Hernán Behm, Sergio González, Pedro Iribarne, Miguel (Lawner) por supuesto, Edwin Weil, Godoy y Simón Perelmann que fue mi profesor de proyecto de título.
El trabajo en equipo fue uno de los grandes cambios de la Reforma. Anteriormente quienes se destacaban eran nombres solitarios que trabajaban, eran los grandes señores arquitectos, posteriormente se tradujo hasta en siglas, TAU una de ellas, Taller de Arquitectura y Urbanismo, donde estaba Pedro Iribarne, Sergio González, Poblete, los Mardones… yo trabajé con ellos, como dibujante, estuve cuando desarrollaron la Villa Olímpica, yo estaba estudiando.
Trabajé como dibujante cuando estaba en segundo o tercero de arquitectura y después de tercero, cuando en ese momento me hizo clases Miguel, me fui a trabajar a la oficina de Miguel hasta que me recibí y me quedé ahí con Miguelito, con Panchito y la Anita. La Anita también fue profesora mía, en sociología, ella era socióloga y arquitecto, tenía dos títulos. La Anita y Miguel son como padres para mí, padres putativos, (ríe)».
LA ERA DORADA DE LOS CONCURSOS PÚBLICOS
Los inicios profesionales de este arquitecto estuvieron marcados por la participación en los concursos y el trabajo en oficinas: «La época de los concursos fue una época maravillosa, la encuentro hasta el día de hoy. Desgraciadamente se perdió porque lo que se llama concurso ahora son grandes consorcios, grandes empresas para sus edificios donde participan los sobrinos de los socios y lo que juzgan el proyecto son los gerentes, a diferencia de antes, donde había un jurado muy idóneo, con el Colegio de Arquitectos que además tenía un registro de todas aquellas personas, colegas, habían obtenido premios. El Colegio determinaba jurados, era todo bastante transparente además. Era muy bonito y la oportunidad que teníamos nosotros… yo era un cabro no más en esa época, me recibí el año 65 y después salió el concurso de Concepción. Entonces para toda la generación joven era la oportunidad de medirse con sus pares y cuando ganaba uno un concurso, ya era el éxito. No tenía contactos ni nada, por lo que la oportunidad era a través de concursos públicos. Una gran época, marcó la arquitectura en Chile donde se hicieron excelentes proyectos, a través de la CORVI o EMPART a través de la CORVI por ejemplo. Yo me acuerdo que en la época de los concursos había una cosa muy bonita que después de entregado el concurso nos visitábamos la distintas oficinas que habían participado, los más cercanos digamos, principalmente de la Chile, había también de la Católica pero siempre sacaban segundos premios (ríe) y mostrábamos nuestras proposiciones, era muy simpática y especial la relación entre oficinas. Cardenas, Covacevic, grandes amigos, oficina relevante y profesores de la escuela y mantuvimos una muy buena relación posterior». Al final de la conversación hace mención a Raúl Farrú destacando su aporte en materia teórica de la arquitectura.
ABRAHAM SCHAPIRA / RAQUEL ESKENAZI / LEÓN MESSINA
«Con Schapira, Eskenazi, Messina estuvo poco más de un año, en que ya estaba recibido. Había empezado en la CORVI a trabajar. Ingresé en mayo, del ’65 y ahí me fue a buscar Abraham, le habían hablado bien de mí, él tenía que viajar al extranjero y quería que me hiciera cargo de un edificio en Providencia con Los Leones, después me tocó trabajar en dos proyectos más con él en Viña del Mar con los edificios Atalaya y Hanga Roa. Ahí está la mano de Abraham, el gestor, hacía unos monitos chiquitos y ahí partía desarrollando esas cosas… Raquel manejaba más bien la parte de los negocios de la oficina».
En ese contexto, aparecen los concursos y más adelante la icónica obra de Concepción. Al respecto, el arquitecto señala: «Mientras yo estaba con ellos, le llega una invitación a Abraham para participar en un concurso para el INACAP de La Reina, yo le dije a don Abraham “¿Por qué no participamos en esta cuestión?” y me dijo, si tú quieres, hazlo, con eso te cuento. Trabajé en septiembre maqueteando y haciendo mis planitos, saqué el segundo puesto en ese concurso. Luego vino el concurso del edificio de la caja en Concepción, que lo llamaron junto a un edificio de departamentos en la calle paralela, atrás en la misma manzana. Dije, hagamos lo siguiente, ustedes tienen bastante experiencia en edificios de departamentos, que era la tarea que ellos hacían, hagan ustedes el edificio de departamentos y yo hago el concurso de la caja… y así fue. Pagaron a un cabro que estudiaba arquitectura de apellido Galaz, hermano del crítico y artista Gaspar Galaz e hizo una maqueta maravillosa, terminé el proyecto, lo terminamos y lo ganamos. En el otro sacaron una mención.
El edificio de la caja lo hice completito. Fue paradigmático ese proyecto porque todos los demás concursantes hicieron los típicos edificios con ventanitas chicas y cubriendo todo el terreno, el mío se destacaba porque generó la placa y se despegaba el edificio central como la torrecilla sobre la placa. El Plan Regulador de la época fijaba la altura de piso de la terraza porque dentro del plan existía una proposición de tener una segunda vía sobre la vereda a ese nivel y se suponía que era para conectar estas terrazas. Viajé a Concepción durante la construcción, iba durante el día, llegaba en avión, veía y me devolvía o lo más largo que hacía era alojar en Concepción, ver la obra y posteriormente volver. Me quedé yo a cargo de la supervisión de la obra y ya estaba trabajando en la oficina particular mía con otros colegas, con los que ganamos en paralelo el concurso del Estadio Italiano en Santiago».
REFERENCIAS. LA IMPORTANCIA DE TEXTURAS Y COLORES
«Tuve hartas referencias, ahí estuvo el maestro Kenzo Tange, el gran maestro Le Corbusier que en esa época eran referentes míos. Hice una mezcla entre ambas influencias y bueno, la forma y todo eso, es la inspiración del artista, eso y avalado por lo que hablaba el Plan Regulador. Sobre los colores, yo era muy amante de lo que producía Irmir, que era la empresa que hacía esos mosaicos y la verdad los coloqué porque consideré que era un edificio de uso público que tenía que tener una terminación perdurable, para poder mantener el edificio y la calidad de las terminaciones. La terraza era algo abierto».
En medio de la conversación, el arquitecto recuerda una anécdota de cuando el edificio estaba en plena construcción: «Yo sufro de vértigo y estos viejos, en plena construcción, siempre había problemas en la techumbre, me mandaban en la plataforma esa para subir sacos de cemento por el exterior del edificio, para mí, eso era atroz, un sacrificio, lo aguante una vez no más y después subía por las escaleras entremedio de las alzaprimas, nunca más me encaramé en esa plataforma. Lo hacían de malos los viejos».
CONTACTOS CON COLEGAS
«En el proceso conocí a Alejandro Rodríguez, estuve con él, gran hombre y su mujer. La mujer de Alejandro – Carmen Whipple- era vendedora de Irmir y ella me vendió todos los revestimientos del edificio, o sea, ella me conectó e hicimos todo el revestimiento, lo manejé con ella y la empresa constructora lo compró. Estuve en la casa de Alejandro con su señora. Era muy buen arquitecto, lo conocí a través de la oficina de Miguel, al igual que a Osvaldo Cáceres, más bien por la amistad que tenían con Miguel. Era el grupo que trabajó en la arquitectura post Reforma de la escuela, eran señeros, educaban con el ejemplo».
OTROS TRABAJOS
«Tuve la oportunidad de estar unos meses no más en la CORVI, me toco estar en una población de edificios de tres o cuatro pisos que está donde están los estanques de petróleo en Concón. La parte superior la proyecté yo cuando estuve en CORVI y después me fui a trabajar con Abraham.
En la CORMU tuve grandes responsabilidades, toda la ejecución de las obras de vivienda del ejercito fundamentalmente y de las fuerzas armadas, carabineros, armada en Valparaíso, viviendas, en el taller que tenía en la CORMU, trabajábamos de manera apasionada en esa época».
EN RETROSPECTIVA
«Este edificio significó una segunda forma de recibirme de la profesión prácticamente. Recién salido de la escuela, me elevó a otra categoría, es decir, pude, lo hice y ahora puedo hacer lo que venga, para mí fue muy significativo y además que me gusta mucho ese edificio. Uno de los edificios que hecho yo que hasta el día de hoy lo tengo muy presente…»
A LOS FUTUROS ARQUITECTOS
«Primero que nada, el lucro relativo a la arquitectura es como el aceite y el vinagre, uno debe trabajar pensando siempre en el bienestar de quienes van a usar el edificio que uno hace y fundamentalmente en la ciudad. Creo que el edificio en Concepción justamente es un planteamiento que trató de aportar a la ciudad, yo creo que la arquitectura es un arte muy técnico y no hay que dejarse llevar por el facilismo de los cristales espejos tan comunes en la expresión arquitectura actual y hacer trabajar un poquito más el cerebro y la mano porque la arquitectura no necesariamente es cristal, falta un poco explorar, hay mucha copia… es parte de era época en que vivimos».
Sin lugar a dudas este edificio seguirá estando presente en el imaginario colectivo de los penquistas y es importante destacar su presencia e influencia en varios aspectos, como por ejemplo cuando el artista visual Leonardo Portus lo usa como modelo e inspiración para su muestra «Limbo» realizada el año 2012 en la que el edificio es protagonista junto a sus texturas y potentes tonos azules, marcados en las cerámicas Irmir y el acrílico. En el siguiente link se pueden revisar algunos aspectos del trabajo de Portus en relación con este edificio: http://cruvi.cl/blog/limbo-leonardo-portus/
Al mismo tiempo, el año 2013, en el blog que dio origen a esta página, se expuso de manera crítica el retiro de las piezas cerámicas que revestían este edificio al igual que otros casos como el edificio La Patria, donde los materiales originales, (hoy sin producción), fueron reemplazados por pintura texturada: https://concehistorico.blogspot.com/2013/01/farewell-tesela-y-los-nombres-cuando.html
Historia Arquitectónica de Concepción agradece a Carlos De la Barra el tiempo y la conversación brindada junto con su generosidad y atención. Fue una conversación realmente entretenida que nos hizo entender un contexto que dista de nuestro presente del que podemos aprender muchísimo. Su testimonio complementa y nutre esta página y además inicia esta sección donde se expondrán varias conversaciones con arquitectos del ayer y otros actuales, teniendo como eje, la historia, el patrimonio y la comprensión del territorio.
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