De un tiempo a esta fecha nos hemos dado cuenta de cómo la publicidad ha cubierto fachadas completas de edificios como ha ocurrido con el Edificio Brieva (Teatro UdeC), el Plaza o el de Castellón entre Barros Arana y O’Higgins, donde lienzos de tela de grandes proporciones revisten las caras de estas obras promocionando bebidas, películas, rallies y cuanta cosa se puede publicitar. Este hecho se suma a otros similares donde al no haber una normativa clara por parte del Municipio respecto a la disposición de letreros, cualquiera puede instalar publicidad de cualquier tamaño y motivo alterando significativamente la arquitectura de la ciudad y ojo, la arquitectura relevante que es parte de nuestro patrimonio.
Un caso emblemático es el de la antigua tienda La Ciudad de Concepción, cuyo edificio, originalmente propiedad de la familia Rojo y proyectado por Edmundo Buddemberg en 1944, ha pasado por múltiples usos que han afectado considerablemente su arquitectura. Su fachada por calle Freire está revestida con un letrero de un salón de pool y el resto cubierto con placas de aluminio en la parte que actualmente ocupa una de las tantas farmacias presentes en el centro penquista. Favorablemente por calle Aníbal Pinto, una porción significativa del edificio se convirtió en un local de la Fuente Alemana, tradicional comercio que para instalar su local limpió la fachada respetando líneas originales y develando la textura original del edificio. Ojalá esto se pueda extender a toda la estructura.
El caso más reciente ocurrió en el Edificio Rividal, obra de los arquitectos Gabriela González con Osvaldo Cáceres y ubicado en la esquina de las calles O’Higgins con Castellón. Un claro referente de las transformaciones arquitectónicas y residenciales desarrolladas durante los últimos años de la década de 1950 con una solución que incorporó una galería comercial, locales amplios y un departamento aislado en la azotea tipo penthouse que a su vez posee una cubierta de planos plegados de gran singularidad. Un abstracto mural de líneas desarrollado por Cáceres se dispuso en la esquina liberada del edificio, el que además se revistió de placas de fulget, material pedregoso que se encuentra en varias obras contemporáneas al Rividal. Con los años, el mantenimiento y el cuidado de este edificio simplemente se dejaron de lado, pintando sobre el fulget, alterando distribuciones,reemplazando pavimentos y coronando la fachada de O’Higgins con un letrero de grandes proporciones. Recientemente, el local de la Farmacia Redfarma, ubicado en la esquina del edificio, decidió sumarse a los desatinos previos instalando una publicidad que opaca a la obra, dominando la esquina liberada y en sí, arruinando aún más un edificio que ruega por respeto como muchos otros que se han visto afectados por situaciones similares. Hechos como este nos dan cuenta el poco valor que se le da a la arquitectura de la ciudad y por sobre todo la ausencia de una política clara respecto a los letreros y publicidad que día a día cubren los edificios, negando fachadas y la belleza que se encuentra en nuestras calles.