«La arquitectura revela la fisonomía de las civilizaciones y expresa la historia en materia válida. Por lo tanto, es una manera fértil de pensar»
Maria Cotescu, arquitecta
1896 – 1980
Innovadoras, inquietas, luchadoras y creadoras son algunas de las palabras con las que podemos describir a las primeras mujeres que decidieron seguir el camino de la arquitectura como profesión. Si bien hoy en día no sorprende ver mujeres estudiando esta carrera, hace 100 años esta era algo realmente impensado, en medio de un machista contexto que no daba cabida a las mujeres en diferentes funciones, profesiones y ámbitos. Ahora bien, si profundizamos en el asunto, hoy en día nos podemos hacer algunas preguntas como estas: ¿cuántas veces se nos habló en la carrera de referentes femeninos? ¿es posible incluir mujeres en los estudios de historia, teoría, crítica, taller, construcción? La verdad de quien escribe estas palabras es que jamás en su formación se mencionó a una mujer arquitecta, un par de veces sonó el nombre «Zaha Hadid» por cosas circunstanciales pero no más que eso, una situación que se repite en escuelas de arquitectura. Esta es una de las razones por las que Historia Arquitectónica de Concepción a lo largo de su desarrollo, se ha interesado en dar a conocer esta temática y en consecuencia los nombres y obras de aquellas mujeres que proyectaron y construyeron la ciudad.
El número de mujeres cuya obra arquitectónica se ha olvidado es considerable a nivel mundial y en los últimos años han surgido varias iniciativas para dar a conocer el trabajo de arquitectas de ayer y hoy como por ejemplo Rebelarchitette, grupo nacido en Italia de la mano de la colega Francesca Perani o Mujer Arquitecta, iniciativa nacional surgida desde el Colegio de Arquitectos de Chile por las arquitectas Carolina Espinosa, Carolina Jacob, Layla Jorquera y Soledad Larraín. Asimismo, Un día una arquitecta, nació en Argentina para reconocer el trabajo de profesionales trasandinas extendiéndose a un nivel global. Recientemente los arquitectos Javiera Pavez, Andrés Saavedra, Gustavo Burgos y Luis Darmendrail de Historia Arquitectónica de Concepción, editaron CREADORAS, proyecto nacido de un Fondart Regional que revisa y revisita obras y arquitectas de la historia reciente del Bío Bío. Pueden revisar también el instagram del proyecto: Arquitectas del Bío Bío.
Conmemorando este Día Internacional de la Mujer, Historia Arquitectónica de Concepción presenta esta versión revisada de un artículo originalmente publicado el año 2013 que expone diversos aspectos de la presencia de la mujer en la arquitectura nacional y local, dando cuenta de su relevancia y de lo cotidiano que es este legado, muchas obras que vemos día a día y quizás no sabemos la historia detrás de esos muros…
Por siglos, la arquitectura fue una disciplina limitada exclusivamente a los hombres, ellos proyectaban, diseñaban, construían… de hecho hasta iniciado el siglo XX aún era impensado en algunas latitudes que una mujer se atreviese a estudiar arquitectura. Si retrocedemos un poco en el tiempo, nos encontramos con las primera mujeres involucradas con la arquitectura y la construcción en el mundo como lo fue Katherine Briçonnet, francesa que entre 1513 y 1521 supervisa e incide en el diseño y construcción del Château de Chenonceau o Lady Elizabeth Wilbraham, aristócrata inglesa a quien se le atribuyen obras como la Wotton House o el Weston Hall construidas en el siglo XVII. Se tiene registro que Wilbraham poseía amplios conocimiento de arquitectura y construcción además de haber estudiado cabalmente el trabajo de Palladio. Tambien inglesa fue Mary Townley quien a fines del siglo XVIII realiza diversas obras de las que se destaca la Townley House, importante monumento que estuvo a punto de ser demolido en la década de 1960. Ahora bien, se ha estimado que la primera mujer calificada con el título de arquitecto propiamente tal fue la finlandesa Signe Hornborg, quien se gradúa en 1890 del Instituto Politécnico de Helsinki y realiza obras como el Newanderin Talo que pasó a ser el supuesto primer edificio proyectado íntegramente por una mujer. Ese mismo año, Sophia Hayden Bennett, (nacida en Santiago de Chile), obtuvo su título de arquitecto en el MIT, posteriormente desarrolló el proyecto del Woman’s Building en 1893 para la Exposición Mundial Colombina.
El año 1877 el Decreto Amunátegui acercó a a la mujer a la educación superior pero fue en 1930 que se tituló la primera arquitecta chilena de la Universidad de Chile, Dora Riedel Seinecke, cuya vida y obra puede ser consultada en el sitio de Mujer Arquitecta, Ella ingresó a estudiar arquitectura en la década de 1920 junto a otras contadas jóvenes de las que sólo algunas se titularon. Su título fue documentado en la prensa de la época y la década que comenzaba pasó a ser una época decisiva para las mujeres con la aprobación del voto para elecciones municipales en 1934 y la fundación del Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH) en 1935. Un momento lleno de actividad creativa por lo demás con figuras como Laura Rodig, Ana Lagarrigue, Hansi Miller o Lily Garafulic, quienes desde la pintura o la escultura realizaron relevantes trabajos.
En materia arquitectónica, durante la segunda mitad de la década de 1930 se titularon varias arquitectas, todas de la Universidad de Chile tal como Dora Riedel. Entre ellas nos podemos encontrar con Inés Floto, María Cristina Suazo, Berta Cifuentes, Luz Sobrino e Inés Frey, siendo las últimas cuatro, excesivamente importantes para el desarrollo arquitectónico de lo que hoy son las regiones de Ñuble y Bío Bío. Es importante destacar el hecho que los cambios socioculturales con respecto a la posición de la mujer dentro de la escena nacional coincidieron con la expansión del lenguaje moderno en la arquitectura y además el 24 de enero de 1939, un devastador terremoto destruyó gran parte de las ciudades entre el Maule y el Bío Bío, hecho que trasladó una cantidad significativa de arquitectos a la zona afectada y reconstruyendo todo con los postulados modernos. En el caso particular de Concepción, arribaron jóvenes arquitectos entre los que además se encontraron las primeras arquitectas que trabajaron en Concepción.
Una ciudad derruida con mucho que hacer en la que arquitectos como Fernando Moscoso, Enrique Bañados, Guillermo Kaulen, entre otros, encontraron un nicho en el cual poder trabajar. Asimismo, la Asociación de Arquitectos e Ingenieros fue activa dentro del proceso de reconstrucción, instando a mejoras en las técnicas constructivas y proyectuales, considerando además un replanteo urbano general de Concepción, con nuevas calles, barrios e incluso diagonales como la Pedro Aguirre Cerda, llamada así en homenaje al presidente que enfrentó la catástrofe del terremoto y quien también fue importante dentro de los derechos de la mujer en un Chile que cambiaba radicalmente.
En el grupo selecto de arquitectos que se trasladaron a Concepción, nos encontramos con dos jóvenes profesionales que estudiaron juntas y de hecho compartieron un viaje a Europa que les permitió conocer referentes y arquitectura en general, estamos hablando de Luz Sobrino Sanz e Inés Frey Bruggeman.
Nacida en Chiguayante en 1913, el desarrollo arquitectónico de Luz Sobrino comenzó con obras en el fundo familiar de Isla Negra, comprado posteriormente por Pablo Neruda. La construcción de piedra pasó a ser la base de la casa del poeta y con posterioridad al terremoto, la arquitecta se devuelve al Bío Bío y en un breve período de tiempo se transformó en un referente clave de la reconstrucción de Concepción además de ser una de las mujeres con mayor producción arquitectónica hasta ese entonces.
Las obras de Sobrino se insertaron dentro de la adaptación de líneas modernas en Concepción, son bastante funcionales y priorizaron el volumen por sobre elementos estéticos. Sus primeras obras como los edificios Torregrosa y Anglada, Barros Arana 176/180 y Barros Arana 226 son obras totalmente austeras donde el balcón pasó a ser un elemento que configuraba la fachada, en especial el Torregrosa y Anglada, con curvos balcones cuya cualidad principal fue enfatizada con vidrios curvados en las esquinas. El edificio contó con 6 niveles y 2 departamentos por piso incorporando en su primera planta comercio donde funcionaron locales como Pujol en la década de 1940. La prensa de la época destacó este trabajo convirtiéndose en el primer gran proyecto realizado por Sobrino, los encargos llovieron sin parar durante esa década, construyendo edificios de dos a tres pisos además de viviendas; líneas sencillos, monocromía, funcionalidad, esquinas curvas y volúmenes de fácil lectura.
Luz Sobrino participó activamente en la Asociación de Arquitectos e Ingenieros de Concepción y posteriormente en la delegación local del Colegio de Arquitectos, entidad fundada en 1942 y que realizó varios eventos de importancia de la ciudad. Durante la década siguiente, Sobrino mantuvo su trabajo extendido, incrementando considerablemente sus metros cuadrados construidos incorporando edificios de carácter industrial, escolar y religioso. Es en esta era en que Sobrino pasó por un período de transición entre la modernidad de los 40 con lo que vendría en la década de 1960, en este punto medio, la arquitecta desarrolló proyectos de volumetría moderna pero con algunos detalles ornamentales que recuerdan lenguajes del pasado, esto quedó evidenciado en edificio de departamentos y en viviendas unifamiliares. Es en esta época que Sobrino colabora en la conclusión, (en algunos casos parcial), de intervenciones urbanas en Concepción como por ejemplo la Diagonal Pedro Aguirre Cerda ya mencionada con la construcción de uno de los tantos edificios condicionados con un diseño estandarizado para dar una idea de conjunto además de construir viviendas tanta unitarias como colectivas en los nuevos pasajes de la ciudad como Portales, Cervantes y el ya desaparecido Eusebio Lillo.
El 21 de mayo de 1960 un nuevo terremoto afectó a la zona y se implementa un nuevo Plan Regulador de la mano de los arquitectos Emilio Duhart y Roberto Goycoolea mientras la ciudad era liderada por la alcaldesa Ester Roa Rebolledo. La ciudad paulatinamente se llenó de torres estilizadas y llenas de color debido a la utilización de materiales como cerámicas, muriglas y revicol además del trabajo desarrollado por arquitectos que llegaron en la década anterior como Osvaldo Cáceres, Alejandro Rodríguez, Jorge Labarca, Maco Gutiérrez o la arquitecta Gabriela González que renovaron los aires de la ciudad en torno a nueva modernidad. Luz Sobrino por su parte renovó también sus diseños, adaptándose a los tiempos y estableciendo nuevas tipologías arquitectónicas de vivienda colectiva en altura ocupando los estrechos y profundos solares de la ciudad. Esta tendencia siguió hasta fines de la década pero ya no sola, sino asociándose con su hija que decidió seguir los caminos de la arquitectura, Ana Dall’Orso Sobrino, quien posteriormente trabajó en la CORMU. Juntas, madre e hija, desarrollaron obras singulares de vivienda además de algunas religiosas, cabe mencionar que Sobrino desarrolló obras para la iglesia Bautista.
Sobrino siguió trabajando en los 70 y 80 pero también desde otras veredas. Desde niña sintió fascinación por la pintura y eso lo dejó plasmado en una gran cantidad de bodegones y retratos además de impulsar artistas en la ciudad y ser parte de la Academia de Arte de Concepción. Al mismo tiempo, durante la Dictadura, Luz Sobrino salió a la calle a marchar en contra de la represión y el exilio ya que esta situación la tocó de cerca con el exilio de su hija y colaboradora Ana junto a su familia. A pesar de la violencia y de lo difícil que era expresarse, Luz Sobrino salía desde su oficina del pasaje Portales con poleras estampadas marchando junto a familiares de exiliados y violentados por el recientemente inaugurado Paseo Peatonal.
Luz Sobrino Sanz falleció en 1998 y dentro de sus últimas obras se encuentra un gran edificio de departamentos en calle Augusto D’Halmar esquina Janequeo. Sobrino siguió pintando y recibiendo arquitectos jóvenes ávidos de conocimiento hasta su deceso tras el cual el Colegio de Arquitectos gestionó un memorial desarrollada por la escultura Sandra Santander para recordar a la arquitecta y sus múltiples dimensiones.
Podemos hablar mucho de las más de 150 obras que hizo esta arquitecta, pero no fue la única que trabajó en Concepción. Sobrino trabajó por casi 6 décadas de manera constante y durante su trayectoria fue testigo de cambios en la ciudad y recambios de generaciones de arquitectos además de conocer algunas colegas que extendieron la presencia femenina en la profesión como ocurrió con la ya mencionada Inés Frey Bruggeman, arquitecta nacida en 1915 y que al igual que Sobrino estuvo marcada por la modernidad vivida en la Universidad de Chile a finales de los años 30, viajaron juntas a Europa junto a Santiago Aguirre del Canto, quien se convirtió posteriormente en su esposo formando una oficina de arquitectura que si bien no tuvo la enorme cantidad que realizó Sobrino por ejemplo, dejó un legado significativo en Concepción con obras diferentes donde primó la vanguardia y la exploración espacial con composiciones novedosas que representaron fielmente la voluntad de la modernidad.
Frey se tituló en 1937 mientras que Sobrino en 1938. Desde muy joven, Inés Frey estuvo vinculada a la política, estando en las filas del Partido Comunista junto a Santiago Aguirre. A diferencia de otras contemporáneas como la ya mencionada Luz Sobrino, Frey se asoció con su esposo, por lo que es difícil determinar cuántas obras pudo realizar la arquitecta en solitario, se sabe eso sí de una casa en calle Exequiel Fernández, en Ñuñoa y de otra más aún sin documentar. En el caso particular de Concepción, Frey llega junto a Aguirre siendo protagonistas de la Corporación de Reconstrucción y Auxilio luego del terremoto de 1939. Estando en la ciudad recibieron encargos puntuales que no fueron tantos, pero su repercusión arquitectónica simplemente fue notable.
Dentro de sus proyectos iniciales se encuentra el Teatro Explanade de 1941, conocido posteriormente como Astor. Primer cine construido después del terremoto de 1939 y encargado por la familia Akel en una zona entonces periférica de la ciudad, Barros Arana entre Paicaví y Janequeo. El teatro se destacó por incluir una plazuela a modo de atrio en el acceso y una composición de fachada de la que podemos hacer paralelos con el constructivismo ruso. Este teatro, de sencilla composición, era compuesto por un amplio foyer y paso directo a la platea, mientras que para las gradas superiores existían escaleras laterales siguiendo el formato segregado de los cines y teatros de la época. Este teatro hoy en día es la discoteque Havana y su otrora vanguardista fachada ha cambiado radicalmente, estando totalmente reducida y carente de las intenciones estéticas que originalmente tuvo.
En esa misma época la dupla recibe el encargo de la familia Pecchi para la construcción de un edificio de departamentos en calle Barros Arana entre Angol y Lincoyán. El resultado de este proyecto consistió en una primera planta destinada a comercio y en los niveles superiores vivienda. Desde el exterior este edificio parece de tres pisos, pero en realidad posee ocho en total, ya que cada departamento se distribuye como una unidad escalonada a la vertical. La fachada posterior por lo que se ha visto en planimetría era un muro cortina que iluminaba las habitaciones que miraban al patio y en la última placa del escalonamiento de cada departamento se dispuso una terraza a modo de patio en altura. La inusual solución para aprovechar el terreno fue publicada en la revista Arquitectura y Construcción de enero de 1946 donde se explicó el proyecto además de incluir la fotografía más antigua de esta obra, (hasta el momento encontrada). El edificio ya no es residencial, una parte se destinó al Hotel El Dorado, ubicado justo al lado, otra parte para una oficina de turismo y otra para oficinas ministeriales. El acceso original a los departamentos se daba a través de un pasillo hoy inexistente. No tenemos certeza si aún se conservan detalles de la fachada posterior o la situación de la terraza original de cada departamento. Esta obra pudo ser perfectamente incorporada dentro de los Inmuebles de Conservación Histórica del Plan Regulador Comunal de Concepción, listado mezquino que no reconoce para nada el valor del movimiento moderno en la ciudad.
Dentro de las obras desarrolladas por Frey y Aguirre en Concepción se encuentran unas viviendas sencillas de esquina curva en el sector oriente de la ciudad y otra en calle Rozas entre Colo Colo y Aníbal Pinto. En materia de vivienda destacamos el caso de la casa Merino, ubicada en Aníbal Pinto 222, la cual consiste en una casa de dos niveles con uno tercero retranqueado. Sencillez espacial y compositiva expresada en una fachada de fácil lectura, cuyo primer piso contó con garaje y un despacho privado hacia la calle y orientando todas las funciones familiares hacia el patio del fondo. Asimismo, en los niveles superiores se encuentran las habitaciones y otros recintos, desde la calle, sólo se ve un panel vidriado continuo en el segundo nivel, con un leve retranqueo que hace que la fachada no sea estrictamente plana. En el interior, la ortogonalidad de la fachada es rota con una sucesión de muros curvos y escaleras que los siguen, formando una propuesta orgánica y dinámica. En este caso particular, nos encontramos con una obra inscrita a nombre de la arquitecta Inés Frey, omitiendo el nombre de Santiago Aguirre.
En materia comercial, desarrollaron el edificio Irazábal, ubicado en calle Barros Arana entre Rengo y Caupolicán, una obra compuesta por un volumen de renta hacia la calle Barros Arana y un cine en el fondo, el Cine Cervantes, unidos por una galería comercial con un espacio intermedio de triple altura abovedado con bloques de vidrio. Este espacio intermedio llama la atención por las imponentes escaleras que posee y circulaciones abalconadas e incluso un puente que conecta parte del volumen con otros recintos. En el edificio Irazábal, el espacio fluye, tal como se pudo apreciar en el Teatro Explanade, la casa Merino o el Edificio Pecchi, a diferencia de otras soluciones de la época donde el espacio estaba compartimentado o se repetían plantas una sobre otra. La fachada siguió la regularidad y sencillez de la dupla, con una leve profundidad con bordes curvos que nos recuerda la casa Merino además de incorporar dos columnas sencillas de capiteles abstractos y limpios.
Frey junto a Aguirre desarrollaron otras obras como el edificio de la fábrica de vidrios La Unión, ubicada a cuadras del Cementerio General y además en el mismo cementerio desarrollaron el mausoleo de la familia Claramunt Riba, expresiva obra curvilínea que según comentan algunos emula una torta o pastel estilizado debido a la relación de la familia con el negocio de la repostería. En Santiago nos podemos encontrar con otros casos como el de la casa de la esquina de las calles Mariano Sánchez Fontecilla 722, la cual denota un manejo claro de la horizontalidad en un volumen base con otros anexos de cubierta curva. Además de todo lo previamente realizado, Inés Frey trabajó en una serie de seis viviendas y un local comercial en calle Galvarino esquina Maipú, un conjunto de bajo perfil y actualmente modificado en el que podemos reconocer en la esquina misma el local de la panadería «Masas al Rock».
Otras arquitectas que también jugaron papeles de importancia en aquel momento fueron Berta Cifuentes y María Cristina Suazo. La primera desarrolló varias obras en Chillán junto a su esposo el arquitecto Eduardo Torres mientras que la segunda se quedó en Los Ángeles desarrollando varios edificios como el emblemático Hotel Mariscal Alcázar ubicado en una de las esquinas de la Plaza de Armas de la ciudad. Más información sobre Berta Cifuentes puede encontrarla en el fanzine «Creadoras», mencionado al principio de este artículo.
A mediados de la década de 1940 ocurre el proceso de Reforma de la Enseñanza de la Arquitectura en la Universidad de Chile. Un remezón que replanteó la manera concebir la disciplina y el cómo formar arquitectos que implicó el desplazamiento del academicísimo y la formación tradicional incorporando de lleno el lenguaje moderno, así como una visión integral y compleja de la arquitectura, influenciada por la Bauhaus y formando un conocimiento transversal donde el urbanismo además tuvo especial protagonismo. Tiempos de cambio y de posguerra en el que la conciencia social y política aumentó considerablemente y se gestó una nueva generación de arquitectos que se desplazó a diversas partes de Chile desde la década de 1950, incluyendo el Bío Bío y Concepción. Arquitectos que en su momento fueron estudiantes y piezas clave de la reforma se transformaron en referentes de una nueva modernidad y una postura clara respecto a la ciudad siendo al mismo tiempo una cofradía que de vez en cuando coincidía en un espíritu claro de asociatividad. Abraham Schapira, Raquel Eskenazi, Hernán Behm, Ana María Barrenechea, Miguel Lawner, Yolanda Schwartz, Osvaldo Cáceres, Alejandro Rodríguez, Betty Fischman, Maco Gutiérrez, Ricardo Tapia, Sergio González, Pedro Iribarne, entre otros, fueron formados entre 1945 y 1955 absorbiendo el proceso de cambio y llevándolo a su vida profesional. El número de mujeres aumentó considerablemente en este momento y muchas de ellas dejaron su huella en múltiples sentidos, siendo el tema de la segunda parte de este artículo, pero hubo una en particular, nacida en Valdivia que se trasladó a Concepción y sin querer queriendo terminó desarrollando obras emblemáticas en la ciudad además de realizar los primeros edificios de vivienda colectiva de “gran” altura en la ciudad. Nos referimos a Gabriela González De Groote.
Sus inicios profesionales los realizó en Concepción y su ciudad natal Valdivia. En 1948 ganó el concurso para la Escuela de Medicina de la Universidad de Concepción, proyecto ganado estando asociada al arquitecto y músico Edmundo Buddemberg Gaete, quien ya llegó a Concepción luego del terremoto de 1939 desarrollando varias obras civiles y fundando además el primer club de jazz de la ciudad. Con este arquitecto inicia una amistad y colaboración en varios proyectos residenciales, retomando el vínculo con la Universidad de Concepción, tras ganar nuevamente un concurso para la institución con el edificio del Tecnológico Químico, actual edificio Gustavo Pizarro. Tanto la Escuela de Medicina como el Tecnológico Químico son obras que se construyeron un punto de inflexión de la universidad con el alejamiento del arquitecto jefe Enrique San Martín y la apertura a concursos que legaron obras de otras manos como la dupla Buddemberg/González y otros arquitectos como Edwin Weill. La Escuela de Medicina se proyectó siguiendo los lineamientos del trazado urbano de Karl Brunner que prolongó la calle Janequeo como un eje central para el campus, en ese sentido, el edificio se concibió como un arco o mejor dicho un pórtico por el que la prolongación de Janequeo ingresaba, (recordemos que en esa era los automóviles entraban al campus). La singular forma del edificio y su impronta transformaron la escuela en un ícono de la ciudad, complementando el simbolismo del Campanil construido algunos años antes. Gabriela González se casó con el ingeniero José Léniz, quien calculó los edificios que ella con sus colegas proyectaron estando dentro de esta misma idea de asociatividad.
Durante la década de 1950, Gabriela González siguió trabajando con Buddemberg, colaborando también con el arquitecto Jorge Rivera Parga en obras civiles como una de las ampliaciones del demolido Colegio Inmaculada Concepción y además proyectó viviendas para profesores en el campus de la naciente Universidad Austral, viviendas con silueta de “A” que bordean el río Calle Calle. También trabajó en los estudios y diseño de la planificación del campus junto a los arquitectos Pedro Tagle y Osvaldo Cáceres con quienes también se asociaría posteriormente. Por estas fechas además ella fue contactada para hacer edificios industriales para la fábrica de vidrios Schiavi. Durante los años 50, Concepción vivió un crecimiento de la mano de inmobiliarias que hicieron edificios de departamentos en altura media como fue por ejemplo la Inmobiliaria Concepción SA, (ICONSA), que requirió a Buddemberg y González para hacer esos proyectos. Es así que aparecen los edificios ICONSA en calle San Martín 533 en 1956, Anibal Pinto 531 en 1958 y Aníbal Pinto 341 en 1960/1962. Los edificios ICONSA se caracterizaron por sus regulares líneas con una composición simple y que además todos contaron con una galería comercial y almacenes en el primer nivel. La prensa de la época destacó estas obras como progreso en función al concepto de “habitar” coincidiendo además con otras obras en altura que hoy en día podemos considerar como referentes de vivienda colectiva como el edificio EMPART de Iván Godoy de 1958 o el edificio del Fondo de Indemnización de los Trabajadores de la Universidad de Concepción, FIUC, obra del arquitecto Osvaldo Cáceres, nacida de un concurso en 1956 y que además contó con la asociación de Alejandro Rodríguez y de la dupla Buddemberg/González.
El FIUC implicó trabajo para los cuatro arquitectos y en particular, Gabriela González desarrolló varios proyectos junto a Osvaldo Cáceres entre los que se cuentan a finales de la década de 1950 como el Mercado de Lorenzo Arenas, la casa Biel, el edificio Rividal, la remodelación de la tienda CIC y el proyecto para la Casa del Pueblo del Partido Socialista. En los modernos años 60, esta colaboración continuó y además se integró en algunos proyectos el ya mencionado Pedro Tagle. En esta década, Gabriela González fue asistente de congresos como el de Cuba en 1963.
A finales de la década de 1960 González junto a Cáceres, Tagle y Rodríguez desarrollan el proyecto del edificio Plaza, controversial obra que se emplazó en el antiguo solar de la Municipalidad de Concepción, edificio demolido el año 1968 en medio de polémicas y críticas por parte de la comunidad ante la negativa a salvar el edificio. El edificio tuvo daños con el terremoto de 1960 pero siguió en uso, es más, en 1963 fue sede de la III Convención Nacional de Arquitectos. El edificio Plaza inicialmente iba a ser la nueva Municipalidad y contemplaba una torre de igual altura que el edificio Pedro de Valdivia, obra de Santiago Roi con Ricardo Hempel y ubicado en la esquina opuesta. Al final, luego de infinitas mutaciones y transformaciones se construyó el edificio que todos conocemos y que incluyó una galería comercial que reconoce el portal de la ex Intendencia, actual Gobernación. En 1970 la arquitecta desarrolla el edificio de la Cámara de Comercio de Talcahuano, siguiendo una fórmula similar al Plaza con una placa base con galería y una torre superior. Esta solución acentuada en Concepción por el Plan Regulador Comunal de Duhart y Goycoolea, fue repetida en otras obras de Gabriela González hechas junto a Pedro Tagle como el edificio del Hotel Romani en Colo Colo esquina Barros Arana y el ICONSA 6 de Rengo con Maipú.
Durante los años 70, González asociada a Tagle y al arquitecto Ernesto Vilches desarrolla el proyecto para la nueva parroquia San José de Talcahuano, un expresivo templo post conciliar con una geometría particular que coincidió con la remodelación del frente de la plaza de Talcahuano por calle Bulnes con un bloque CORMU y la torre Compañero Carlos Cortés, (actual Prat), encargada por la misma entidad. La propuesta se caracterizó por ser un templo de una nave de planta poligonal cubierta con placas de hormigón armado curvadas traslapadas una sobre otra, como arcos, dejando entrar la luz en los intersticios. La luz ingresa además a través de un ventanal principal en el acceso. Originalmente de hormigón en bruto, este templo ha sido intervenido progresivamente con materiales que redujeron su lectura original cargada de austeridad y pureza de los materiales. Actualmente se encuentra medianamente intervenida y existe un proyecto de restauración.
Luz, Inés y Gabriela fueron las primeras que dejaron una huella arquitectónica notable en la ciudad. Otras creadoras llegaron a la zona a complementar el trabajo proyectual durante la segunda mitad del siglo XX por ejemplo Betty Fischman, Ana Dall’Orso, Rosa Aparicio, Ida Von Bischoffshausen o Alicia Meza, autora de la población para la Compañía de Electricidad ubicada en la Población Cuarto Centenario.
Muchas de las obras desarrolladas por las pioneras de la arquitectura han sido demolidas o intervenidas en un contexto de destrucción sistemática del patrimonio arquitectónico local producto de débiles políticas de protección y un Plan Regulador Comunal cuyo interés se liga más a lo económico más que una visión certera al habitar y vivir en la ciudad. A pesar de todo ello, aprender de estas pioneras y creadoras, nos da a entender mucho de la arquitectura y lo que conlleva, desde la sensibilidad, la comprensión por los actos y el tener una postura clara respecto a la profesión.
Han pasado ya 12 años desde que Historia Arquitectónica de Concepción comenzó a tratar este tema y coincidiendo con un contexto de cambios radicales en nuestra sociedad es preciso alentar a las estudiantes de arquitectura a aprender de las predecesoras, de las maestras y de quienes lucharon para poder concretar sus sueños y aspiraciones. Hoy, nos encontramos con una nueva generación de arquitectas que se han desempeñado en tantas áreas, desde la construcción, el urbanismo, la investigación, docencia, el diseño interior, mobiliario, diseño escenográfico, trabajo en estamentos públicos, trabajo editorial, etc. Al mismo tiempo, saludamos en este día a las grandes maestras de la arquitectura que han colaborado con esta página apoyando constantemente con testimonios y material: Ana Dall’Orso, Sonja Friedmann y Betty Fischman.
A Luz, Inés y Gabriela!
Agradecimientos a Luz María Dall’Orso Sobrino, Ana Dall’Orso Sobrino, Osvaldo Cáceres González, Miguel Lawner Steinman, Rebeca Hurtado Gelber, José Léniz González, Hernán Barría Chateau y Gloria Cortés Aliaga.