El presente artículo tiene su raíz en un escrito del año 2015, trabajado en conjunto con el arquitecto Jorge Labarca, el cual se arrastra al año 2013, cuando se inició esta revisión. El primer artículo dedicado a la obra de Jorge Labarca Van Rysselberghe fue publicado el 26 de diciembre de 2017 y lo pueden revisar en el blog de Historia Arquitectónica de Concepción: https://concehistorico.blogspot.com/2017/12/labarca.html
La arquitectura es mucho más que edificar y construir, es un estado en que se expresan además sentimientos y emociones, una sinfonía en que a través de colores, texturas y espacios se configuran obras que en el mejor de los casos perduran en el tiempo. En el caso particular de Concepción, podemos hablar de una generación de arquitectos que en la segunda mitad del siglo XX desembocaron sus inquietudes y pasiones en la arquitectura, coincidiendo con radicales cambios en el desarrollo urbano de la ciudad, con un moderno y complejo Plan Regulador, de la mano de Emilio Duhart y Roberto Goycoolea hacia 1960. Jóvenes profesionales arribaron a Concepción en la década de 1950 como los ya mencionados Alejandro Rodríguez y Maco Gutierrez, además de otros como Osvaldo Cáceres, Gabriela González y también Jorge Labarca.
Nacido en Santiago en 1931, Jorge Labarca estudió arquitectura en la Universidad de Chile titulándose en 1956 con distinción unánime, posteriormente se trasladó a Concepción, donde por más de dos décadas desarrolló una amplia gama de proyectos trabajando tanto en solitario como asociado con los colegas Boris Áptecar y Jorge Harris quienes además fueron parte importante del contexto vivido en la arquitectura local entre las décadas de 1950 y 1970. Áptecar trabajó en sus inicios con el arquitecto Gerardo Valverde y desarrolló también obras en solitario, posteriormente trabajó con Labarca y juntos hicieron varios proyectos significativos. Harris a su vez es reconocido por su extensa labor docente en la Universidad del Bío Bío, realizando varios cursos y talleres por más de cuatro décadas, Áptecar por su parte, también tuvo desempeño docente y su obra arquitectónica es parte del patrimonio arquitectónico moderno en la intercomuna.
La producción arquitectónica de Labarca en Concepción corresponde a un gran y variado listado, con obras aún no identificadas, las que dan cuenta de una expresión singular y reconocible. Su trazo y nivel de definición de detalles, son cualidades que evidencian un hombre inquieto y apasionado por la creación. Conversar con él es entender la sensibilidad que estuvo detrás de sus proyectos y su enorme aprecio por las artes lo que desde hace ya más de tres décadas ha plasmado a través de la pintura y en algunos casos también la escultura.
La arquitectura desarrollada en la ciudad tras el terremoto de 1939 caracterizada por volúmenes sencillos, esquinas curvas y carente de color fue una base y a la vez preparación para un proceso de renovación arquitectónica experimentado en la segunda mitad de la década de 1950 y llevado a cabo por una joven generación de arquitectos que arribó a Concepción con ideas frescas y una sensibilidad particular. Esto coincidió también con la masificación de materiales como el acero, el vidrio y las cerámicas decorativas para el revestimiento de edificios. Paulatinamente, las céntricas calles penquistas vieron como aumentaban las alturas con estilizadas torres de departamentos, con una clara lectura y engalanadas con cerámicas y mosaicos de intensos colores. Tras el terremoto de 1960 y la puesta en marcha del Plan Regulador propuesto por Emilio Duhart y Roberto Goycoolea, los preceptos modernos se encauzaron en el desarrollo integral de ciudad y el resto es historia. En ese contexto es donde aparecieron las primeras obras de Labarca que fueron viviendas unifamiliares en sectores como Lo Pequén y próximos a la Plaza Perú a finales de la década de 1950.
Es así entonces que Jorge Labarca se encontró con esta ciudad que de a poco creció en altura y adoptó una nueva modernidad. Sus primeros trabajos, austeros pero significativos, dieron cuenta de aquello como la Casa Frödden de 1958 o viviendas posteriores como la Jofré, la Soto o la Gondonneau, en las que apreciamos la clásica silueta de una casa con techo a dos aguas pero con una composición en que aparecen vacíos, balcones, amplios paneles vidriados, ventanas horizontales, unas más pequeñas, otras más grandes, incrustaciones de piedra o de madera en un balanceado equilibrio y amplios jardines que las rodean. Paulatinamente Labarca comenzó a esbozar trazos de una arquitectura particular, de un lenguaje propio y a tono con la obra de colegas contemporáneos que también dejaron su huella singular en Concepción como Osvaldo Cáceres, Roberto Goycoolea, Alejandro Rodríguez, Emilio Duhart, Maco Gutiérrez entre otros, formando entonces conjuntos armónicos modernos.
La obra residencial de Labarca también estuvo marcada tanto por la búsqueda de nuevas expresiones volumétricas y plásticas como lo realizado con viviendas con prominentes cubiertas, pendientes prominentes o la utilización de planos plegados, en pleno contexto de la masificación de la casa unifamiliar tipo “bungalow”, muy propia de los Estados Unidos y que en nuestro país se popularizó. Arquitectos como Fernando Moscoso y posteriormente Ricardo Hempel desarrollaron este tipo de construcciones en algunos casos en loteos o cooperativas en sectores como Lonco. Labarca exploró otras formas de proyectar viviendas en ese contexto y es así que aparecieron casas con marcados ángulos y pliegues como las realizadas en Penco para ejecutivos de Fanaloza, la casa Segovia y la Von Plesing, todas de alto nivel de experimentación en que el vidrio, el vacío y los espacios comunes eran protagonistas. Otro exponente es la casa de la sra. Irma Soto, ubicada en Colón camino a Talcahuano, la cual posee interesantes detalles en piedra y una amplia espacialidad en el primer nivel.
La Casa Von Plesing destaca por su posición, rodeada de viviendas construidas en la década de 1940 que mantenían una continuidad de fachada. La casa de Labarca, con un amplio antejardín y aislada rompió esa cualidad pero mantuvo una escala acorde con lo preexistente, hoy en día, se demolieron 2 de esas propiedades y fueron reemplazadas por una alta torre de la Inmobiliaria DMB la cual evidentemente alteró considerablemente la escala y las proporciones, (como muchas de las torres que esta empresa y otras similar ha hecho en Concepción que son en sí un daño brutal a la ciudad). Esta casa en particular es llamativa por la percepción que se tiene de ella desde diversos ángulos. De frente su segundo nivel se ve hermético, con una sola ventana, un pequeño vano horizontal. A medida que nos desplazamos en dirección hacia calle Freire, aparece una secuencia de diagonales que seccionan un gran panel vidriado en la zona de los dormitorios y nos damos cuenta de la liviandad de la vivienda en que la transparencia juega un papel fundamental, un detalle que Labarca exploró a la par con el Edificio Vasquez, actualmente intervenido, en cuya fachada original el vidrio jugó un papel fundamental. De similar lenguaje, la casa ubicada en calle Angol 295 al interior, próxima a otra casa obra de Roberto Goycoolea Infante. Las casas de Labarca son en realidad un tópico poco explorado dentro de su extensa producción arquitectónica, es evidente que los edificios residenciales de vivienda colectiva construidos entre los ‘60 y ‘70 son hitos reconocibles de la arquitectura de Concepción pero en las casas encontramos una moderna visión del habitar con encargos más específicos apelando a los deseos de cada propietario con sus anhelos y necesidades.
Otras casas construidas en este período dan cuenta de la exploración en aspectos cromáticos y texturas. En algunos casos la incorporación de la madera fue un tema recurrente, similar a lo desarrollado en la Casa Frodden. Ejemplo claro de ello es la casa de calle Sanhueza 1632 en el barrio Pedro de Valdivia junto con otros ejemplos en ese sector además del centro de la ciudad. En otros casos exploró la utilización del hormigón en bruto matizado con paletas de colores surgidas de la utilización de cerámicas, principalmente de las marcas Irmir y Fanaloza además de mosaicos de muriglas combinados con el ya mencionado fulget. Llamativo es el caso de la casa de la sra. Carmen Cuevas, ubicada en calle Freire 1168, construida en 1962, en la cual se aplicó fulget (textura pétrea y granito) además de coloridos muriglas combinados con cerámicos Irmir.
Durante la década de 1960, Labarca trabajó con cooperativas, lo que dio como resultado la construcción de amplios conjuntos habitacionales en Concepción, Talcahuano y Lirquén. Ejemplo claro de aquello son las casas de la Cooperativa Villa Collao en la calle Bernardino Corral donde aparecieron dos tipologías características, casas de un piso con aplicaciones de fulget y madera además de grandes ventanales y una tipología con desniveles, aprovechando un pie de cerro, similar a lo desarrollado en la casa para la Cía. Molinera Nacional en calle Sanders. Esta casa es parte de una serie de viviendas proyectadas en el entonces cambiante barrio Pedro de Valdivia, el cual comenzó exhibir una moderna arquitectura residencial con más obras de Labarca además de otros arquitectos como Roberto Goycoolea y Julio Ramos Lira. En calle Freire 1168, Labarca proyectó una vivienda de dos pisos con una serie de detalles cromáticos tanto en el interior como en el exterior. Por fuera, una rica composición de muriglas en tonos azules y anaranjados era matizada con fulget gris y cerámicas esmaltadas en relieve. El interior posee varios detalles revestidos con cerámicas y la misma escalera pasa a ser un objeto casi escultural con su curvatura y colores.
En Talcahuano se construyeron también una serie de casas en la calle Aníbal Pinto esquina la subida Antonio Varas y a mediados de la década de 1960, Labarca desarrolló dos proyectos en la ciudad de Mulchén, las casas Ananías y Hazin, modernas construcciones que combinaron vivienda y comercio en composiciones que recuerdan el trabajo hecho en la Casa Segovia, utilizando una serie de planos, balcones y transparencia.
En 1967 se inició la construcción de un proyecto de vivienda colectiva emblemático en el pie del cerro Caracol en el límite del Parque Ecuador con el barrio Pedro de Valdivia. La obra estuvo a cargo de Labarca con la colaboración de Boris Aptecar y consistió en un conjunto de 23 viviendas para la Cooperativa Bío Bío dispuestas en dos grupos de 10 unidades y uno de 3 alternando diversas tipologías. La Cooperativa Bío Bío fue uno de los proyectos expuestos en 1968 en el ya icónico número 13 de la revista AUCA dedicado a Concepción y sus avances arquitectónicos y urbanos con trabajos de Osvaldo Cáceres, Emilio Duhart, Alejandro Rodríguez, Pedro Tagle y Roberto Goycoolea, entre otros.
Otras obras singulares de Labarca en San Martín son los edificios Vásquez, Lobos y Saturno. El Vásquez, ubicado en San Martín entre Aníbal Pinto y Colo Colo, fue de las primeras obras en altura realizadas por Labarca, sencillo y entre medianeros, representó la reformulación de este tipo de sitios, originalmente ocupados por extensas casas antiguas. La fachada original del edificio Vásquez se trabajó con una regular modulación y amplios paneles acristalados los que con el tiempo se transformaron a lo que vemos hoy con un antepecho más “tradicional” y sin tanta transparencia. El Lobos está ubicado en la esquina con Castellón y consiste en 5 departamentos agrupados en un solo bloque esquina en que aparecen diversas cualidades propias de Labarca destacando la expuesta caja escala, con sus descansos abalconados a San Martín y revestida tanto en fuljet como a la vez exhibida con paneles vidriados y complementados con cristales de un llamativo tono burdeo. Ciertos paños de su fachada fueron cubiertos con mosaicos de muriglas con la combinación blanco, negro y anaranjado, disposición típica de la época y hacia el interior aparece un pequeño patio que acompaña al amplio departamento del primer nivel. Hacia el interior también, la fachada exhibe amplios ventanales acompañando balcones los que se han visto algo ensombrecidos con la construcción del edificio de Integramédica por calle Castellón. En esa fachada también se ocupó otro tipo de cerámica, en este caso, una con relieve acorde con los cristales burdeos usados en la caja escala y otros paneles de los ventanales de los departamentos. De similar escala son los edificios ubicados en calle Chacabuco casi esquina Rengo, (al lado de la casa Segovia), el cual posee amplios departamentos y una expresiva cubierta de planos plegados y un sencillo edificio en calle Salas entre Freire y Maipú, en un pasaje donde al parecer existen más obras de Labarca.
Una cualidad importante de estas obras es el orden que brindaron a San Martín, todas obras entre cuatro y cinco niveles que evidencian la intención de la armonía y la cohesión urbana, más allá de demostrar superioridad un edificio del otro. Varios profesionales y expresiones diversos en ese contexto moderno que redefinió las céntricas calles. Similar situación ocurrió en Avenida O’Higgins, la cual originalmente tendría una altura definida y eso se aprecia con obras construidas entre las décadas de 1940 y 1970 pero que se rompió con la aparición de otras posteriores como el Edificio Amanecer o el Edificio Del Pacífico en los ’90, una obra de pésima factura que a juicio del que escribe, expone la debacle arquitectónica experimentada en esa década entre acuerdos posmodernos, “lustrines” y mucho espejo. La obra de Labarca se integró a la de sus vecinos con sutiles consideraciones respecto a escalas, alturas y retranqueos además de proyectar obras aisladas o semiaisladas como el Saturno, hoy en día, debido a las libertades y condiciones otorgadas por el Plan Regulador vigente, la calle ha cambiado bastante y han aparecido varias obras de mala factura y otras que están prestas a construirse como el «Paseo Inmaculada», capricho comercial de Madesal que poco o nada reconocerá los valores arquitectónicos penquistas y que se escudará en la puesta en valor de la ampliación del ex Colegio Inmaculada Concepción, obra de los arquitectos Hernán Alcalde, Emilio Duhart y Roberto Goycoolea luego de demoler todo el conjunto educacional que en términos espaciales y urbanos encajaba muy bien con las otras obras presentes en esta calle de la que algo de su valor moderno queda.
La producción arquitectónica en materia de vivienda colectiva desarrollada por Labarca fue complementada con una serie de conjuntos de bloques, ubicados también en calle San Martín y otras calles un tanto alejadas. Estos conjuntos nos hablaron de un proceso en que las manzanas de Concepción cambiaron su densidad. Tras el terremoto de 1960, muchas casas antiguas fueron demolidas, casas con extensos fondos y patios interiores, las que en algunos casos, se fusionaron con terrenos colindantes para formar extensas superficies en que se consideró hacer no sólo un bloque habitacional, sino dos o tres, incorporando plazas interiores, espacios de permanencia y recorridos perimetrales además de contados estacionamientos, (hace 50 años el automóvil no era prioridad y en realidad, entre más protagonismo se le ha dado, más ha decrecido la calidad de las obras). Al referirnos a la obra de Labarca realizada en esta línea, debemos mencionar los conjuntos Mirador Central, Jardín Central, Freire y Galvarino, en los que apreciamos amplios bloques de departamentos rodeados de vegetación, terrazas y vías peatonales que llevan tanto a los bloques como a otras zonas de estacionamiento y accesos, otro caso similar es el edificio Parque Ecuador ubicado en Tucapel entre Chacabuco y Víctor Lamas, que si bien no es un conjunto, su distribución y gran cantidad de espacios de permanencia así como detalles ornamentales junto con las circulaciones lo hacen un ejemplo notable del trabajo de Labarca.
Ubicado en la calle Tucapel entre Chacabuco y Víctor Lamas, el edificio Parque Ecuador se presentó como un solo bloque con planta en “U” incorporando un amplio patio central. En este caso nos encontramos con expresivos balcones y logias que se desprenden la fachada que a su vez tiene los mismos juegos asimétricos usados en otras obras. La cubierta con una trabajada estructura de madera se levanta como en los otros ejemplos y lateralmente aparecen planos desprendidos de la fachada además de colgadores de ropa de fierro que se insertan en las fachadas laterales. Por calle Tucapel nos encontramos con las logias que fueron planteadas con una geometría que asemejan “rostros” bastante estilizados y en conjunto con todos los elementos que lo componen, lo hacen ser uno de los inmuebles más dinámicos y “juguetones” de Concepción.
Similar situación ocurre con el conjunto Mirador Central que se encuentra en Aníbal Pinto entre San Martín y Cochrane. Se compone de un bloque principal que enfrenta la calle y dos menores en el interior. En su interior hay diversas tipologías de departamentos con variadas superficies junto con espacios de permanencia y áreas verdes además de estacionamientos. El bloque principal que enfrenta a Aníbal Pinto está revestido en fuljet y el antejardín se proyectó originalmente con macetas aterrazadas con huevillo al igual que el conjunto Freire. Este volumen cuenta con unas columnas de orgánico diseño que aparecen en el zaguán del acceso del conjunto. A ambos lados de la vía que atraviesa este zaguán para acceder al interior, se plantearon accesos elevados como plataformas rodeadas de jardines.
Hacia la calle aparece una serie de elementos como agregados que sobresalen de la fachada: balcones, ventanas y closets. Llama la atención el bloque revestido en cerámicas azules que es un closet y los juegos asimétricos de balcones en muriglas verde claro además de las macetas colgantes en muriglas amarillo junto con el orden de ventanas que tampoco es simétrico, estableciendo una variedad de vanos de distinta forma y tamaño.
En el caso de los edificios Freire y Galvarino, los balcones son de especial importancia, siendo incorporados también en el primer nivel, lo que funcionalmente se agradece al tener un espacio para poder secar la ropa o simplemente disfruta y en general, son piezas que forman parte íntegra de la composición total de las obras, tal como otros pequeños detalles como marquesinas, quiebrasoles dispuestos en logias o closets que en algunos casos se escapan del edificio y se ven como pequeños volúmenes añadidos a la obra. Cada uno de ellos tiene sus propios detalles como en el caso del acceso principal del Freire una expresiva marquesina con estilizadas bajadas de agua. Las cubiertas de estos edificios siguieron el patrón que ya vimos con las casas de la Cooperativa Bío Bío, prominentes cerchas dispuestas sobre los volúmenes habitacionales generando techumbres que al parecer se desprenden de la propuesta, pero que las integran, formando un lenguaje unitario, que se entiende desde el exterior. El caso del conjunto de Galvarino fue más extremo con cerchas enormes que realmente exhibían el esqueleto de la cubierta además de los shafts de ventilación de los departamentos. Junto con ello y replicado en otros bloques, los aspectos estructurales salen a la luz. El esqueleto no tiene por qué ser oculto, la dignidad de la estructura es también apreciable y potencia una propuesta arquitectónica completamente junto con los colores, texturas y composición. En sí, acá podemos hablar de una notoria sinfonía arquitectónica, donde todo tiene un motivo. Actualmente muchas de estas obras están modificadas y los detalles originales han sido removidos o repintados, lamentablemente eso ha incidido considerablemente en un deterioro de las obras de Labarca. Al remover parte de las notas, la sinfonía se despedaza…
Labarca junto a su oficina también desarrolló algunos proyectos para la CORMU cuando esta dirigida en la zona por Osvaldo Cáceres. Labarca desarrolló parte del seccional Hermanos Peredo en la actual comuna de Hualpén, una serie de bloques de departamentos que ayudaron a definir de manera más concreta el sector entonces periférico sector de Talcahuano. Junto con la construcción de los ya emblemáticos bloques 1020 y 1010, se proyectaron nuevas obras donde trabajaron arquitectos como Gabriela González y Pedro Tagle además del equipo formado por Jorge Labarca, Boris Aptecar y Jorge Harris. Estas obras hoy son parte del patrimonio urbano de esa joven comuna y son reconocidas como parte importante de su historia y desarrollo social.
Labarca también incursionó en edificios comerciales como el Chacur, ubicado en la esquina de las calles Freire con Rengo, una propuesta con locales comerciales en tres niveles que originalmente incluyó jardineras y una pileta en el subterráneo. Una circulación central inserta en un vacío de planta hexagonal contribuyó a una interesante propuesta con un expresivo interior en contraposición con el exterior. Lamentablemente hoy el edificio está completamente intervenido con letreros luminosos, las jardineras selladas y gran parte del trabajo cromático hecho con cerámicos y muriglas ha sido reemplazado con otros materiales. La pileta del subterráneo se mantiene junto con otros detalles en piedra.
Otro edificio de interés es el Edificio Sendos, en plena esquina de Tucapel con Maipú, el cual sintetiza algunos elementos de su obra como las vigas prolongadas y cubiertas prominentes. Este inmueble además se complementa con el Edificio Tucapel, ubicado a su costado, en el que nuevamente aparecieron elementos sobresalientes, una gran cubierta y vacíos interiores. Ambos edificios evidenciaron la renovación presentada a principios de la década de 1970 en esa zona de Concepción, próxima a calle Los Carrera, en la que la arquitectura de antaño aún permanecía presente.
Otras obras residenciales realizadas por Labarca son el edificio ubicado en O’Higgins esquina Orompello, discreto ejemplo de vivienda colectiva que sigue mucho de los patrones ocupados por el arquitecto de manera austera, destacando balcones y la escalera expuesta que si bien es revestida por un muro cortina, no es una obra que sea resaltada dentro del extenso catálogo de Labarca. Otra obra de ese periodo ese el Edificio Leefhelm, ubicado en la esquina de Tucapel con Chacabuco, una llamativa pieza dentro de la carrera de Labarca concebida como un bloque aislado con tres departamentos por piso excluyendo el primero que tiene dos, y que presentó variados detalles como planos en diagonal en el acceso, la inclusión de muriglas blanco combinado con aplicaciones de madera y un muro revestido en piedra por Chacabuco opuesto a la transparencia del resto de las fachadas, las que gozaron de excelente asoleamiento. En materia funcional, este edificio incluyó un sistema de tendederos de ropa en la azotea con una estructura también proyectada por el arquitecto. Se asoció muy bien al edificio de la esquina de enfrente por Chacabuco, el actualmente edificio pintado de rosa de la Cámara de Comercio Minorista de Concepción, obra del arquitecto Eckart Lengerich, mismo autor de la Población Los Cóndores en Talcahuano.
El año 1976 Labarca ganó el concurso para la realización del mausoleo de la Sociedad Española de Beneficencia en el Cementerio General de Concepción. El proyecto realizado es de líneas sencillas, se levanta por sobre el nivel de suelo y originalmente se revistió de cerámicas texturadas, actualmente pintadas. En el centro, el mausoleo se coronó con una pirámide truncada invertida. El mausoleo es un hito importante dentro del cementerio y un punto de referencia dentro de una zona de expansión del cementerio más allá del área histórica y fundacional.
A principios de la década de 1980, Labarca decidió alejarse de la arquitectura y relacionarse con una de sus pasiones más profundas que sentía desde la infancia, la pintura. La pintura desarrollada por Labarca esconde diversas emociones y pasiones detrás. Se interpreta como una extensión de su carrera arquitectónica, mismas emociones con una expresión diferente, adentrándose en los secretos y mística de las paletas cromáticas y la abstracción. Al respecto Labarca señala: “(…). En tanto como pintor en algún momento tuve razones para suprimir la figura y entrar en la abstracción. Hoy dentro de ella, retrato al que me habita, con su espíritu largamente enriquecido en el encuentro con la obra de otros artistas.” (Catálogo de la exposición “Jorge Labarca – Retratándose” Pinacoteca UdeC, 2003). En su pintura, vemos además conflictos y contraposiciones. Enfrentamientos entre colores y la intensidad con que el pincel se desplaza en el lienzo, estableciendo además gradualidades de tonos, creando texturas a veces granuladas que delimitan perímetros o formas que van desde lo más cálido a lo más frío.
Su trabajo plástico ha sido reconocido en varias oportunidades con exposiciones en diversas salas destacando por ejemplo en 1983 en el Instituto Chileno Norteamericano, 1985 en la Sala Universitaria, 1991 en la Sala del Colegio Médico, 1995 en la Sala de la Intendencia, 2003 en la Pinacoteca de la Universidad de Concepción y más recientemente el año 2016, con la muestra retrospectiva “Jorge Labarca: Arquitecto/Pintor” en la sala David Stitchkin Brannover (ex Universitaria), impulsada por los arquitectos Roberto Burdiles A. y Gonzalo Cerda B. con el apoyo de la Delegación Concepción del Colegio de Arquitectos junto con la Universidad del Bío – Bío y la Universidad de Concepción, esta última instancia fue una oportunidad de apreciar tanto la pintura realizada por Labarca como además el reencontrarse con un fragmento reconocible por todos de su extensa producción arquitectónica. Es preciso mencionar también su participación en la Bienal de Escultura Urbana llevada a cabo en el Área Metropolitana de Concepción en 1995 donde participó junto a otros artistas como José Vicente Gajardo y Sandra Santander.
Sobre la pintura de Labarca, la ya mencionada escultora y curadora de la Pinacoteca de la Universidad de Concepción, Sandra Santander, señala: “Descubro en la obra de Labarca tres proximidades con las que construye su “habitación” o espacio pictórico introspectivo: desde la tierra, muy cerca del fuego y hacia el agua. Estas proximidades se constituyen en cromatismos que se confunden y a ratos desvanecen, en disciplinadas composiciones o en pinceladas de color suspendidas en el tiempo. En estas proximidades no hay contradicción alguna ni en la creación ni en la persona, Labarca inventa una muy singular caligrafía para adentrarnos en su propio juego de emociones, en sus fantasmas atrapados en algún recuerdo, o simplemente, en el sosiego de una tarde, eterna como todas las tardes, mirando el mar.” (Catálogo de la exposición “Jorge Labarca – Retratándose” Pinacoteca UdeC, 2003).
Especial mención tienen su residencia en Villa Cocholgüe, una sencilla vivienda en la que la madera es protagonista con un balcón que se proyecta hacia el mar y que en menor escala expone muchos rasgos de lo visto anteriormente en este artículo. La vivienda que proyectó para él y su familia camino a Chiguayante en un emplazamiento idílico, enfocando vistas al río Bío Bío y en medio de una profusión verde, rodeada de árboles en el pie de cerro, aprovechando la pendiente y estableciendo terrazas.
Al revisar la obra de Labarca o simplemente hacer el ejercicio de recorrer ciertas calles como San Martín, que como vimos tiene mucho que decir respecto a la ciudad de mediados de siglo XX, nos cuestionamos la importancia que tuvieron los arquitectos en una urbe que cambiaba radicalmente en aquellos años y cuyos testimonios edificados siguen siendo temas de estudio, obras apreciadas e identificadas hoy como patrimonio arquitectónico de Concepción. Si pensamos en la serie de construcciones que se realizan en masa en la ciudad, de plantas repetidas más de 20 veces, todas enchapadas en ladrillo o pintadas de un deprimente gris, nos preguntamos ¿Serán estudiadas en 50 años más como obras dignas y arquitectónicamente notables? ¿Podemos hablar realmente de obras de arquitectura o son sólo construcciones sin alma? En una ciudad que tiene problemas de mirar hacia atrás, que falla en reconocer su historia arquitectónica y está condicionada además por un Plan Regulador que junto con segregar la ciudad, no tiene consideración alguna con nuestra historia, es bueno reconocer nuestro patrimonio y por sobre todo reivindicar el trabajo que estos colegas hicieron con tanto profesionalismo realizaron. Es pertinente recordar que el ítem de Inmuebles de Conservación Histórica omite la fase moderna de Concepción de los años 50 y 60, negando el aporte que arquitectos como Jorge Labarca y sus contemporáneos hicieron a Concepción. Como bien decía mi amiga Francisca Bastías una vez cuando le mostré fotos de edificios de Labarca, “esto es conce!”. Efectivamente, esas obras las reconocemos como tal y conforman un imaginario colectivo. Tal vez no apreciamos con “ojo de arquitecto” esos trabajos pero los habitamos, los recorremos de vez en cuando, compramos en ellos y se conjugan en una cotidianidad construida en función al movimiento moderno.
Revisar estas obras es también encontrarle un sentido al ser arquitecto, vivimos tiempos en que es más importante saber BIM que tener experiencia, tener una serie de posgrados más que tener vocación e inquietudes y la verdad es que la pasión y lo visceral de la arquitectura al parecer está tapado bajo una capa de pretensiones y egocentrismos… la obra de Labarca nos demuestra lo contrario y sólo podemos darle las gracias, ¡muchísimas gracias!, por crear tanta belleza y sorprendernos en medio de los ires y venires de los recorridos por la ciudad…
TEXTO E IMÁGENES DE LUIS DARMENDRAIL SALVO,
EXCEPCIONES MARCADAS
CRÉDITOS ARCHIVO DE ARQUITECTURA UNIVERSIDAD DEL BÍO BÍO:
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AGRADECIMIENTOS ESPECIALES A JORGE LABARCA VAN RYSSELBERGHE, CARMEN WERNEKINCK ARMSTRONG, OSVALDO CÁCERES GONZÁLEZ Y MAURICIO PEZO BRAVO