El final del 2019 estuvo marcado por diversos hechos en materia arquitectónica. El final de la XXI Bienal de Arquitectura producto del estallido social y el cuestionamiento del rol del arquitecto ante la desigualdad que vive Chile marcaron los últimos meses del año recién pasado. La ceremonia de entrega del Premio Nacional de Arquitectura fue pospuesta y se realizó en Castro durante diciembre. El arquitecto seleccionado para tal reconocimiento fue Miguel Lawner Steinman, profesional con una extensa carrera marcada por el servicio público y el activismo siendo un testimonio vivo de la Reforma del 46 y de un grupo de arquitectos que dejó un importante legado que va más allá de la arquitectura en todo el país.
El sábado 7 de diciembre del 2019 se realizó en la ciudad de Castro, Chiloé, la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Arquitectura a Miguel Lawner Steinman, arquitecto que ha mantenido siete décadas de trabajo ininterrumpido en las que ha abarcado muchas dimensiones de la disciplina, desde el desarrollo de proyectos al activismo y la lucha por los derechos humanos. Un premio que reconoce el trabajo no sólo de Lawner, sino de toda una generación de arquitectos egresados entre las décadas de 1940 y 1950, que dejaron un importante legado en varias ciudades de nuestro país y que tuvieron como sello el trabajo colectivo, el sentido social y el vivir la era dorada de los concursos públicos para vivienda y equipamiento por parte del Estado.
Historia Arquitectónica de Concepción estuvo presente en varias actividades llevadas a cabo coincidiendo con la premiación, las que comenzaron durante la mañana con la inauguración de una muestra retrospectiva de su obra completa en el Centro de Creación de Castro, posteriormente, durante la tarde, el arquitecto compartió con estudiantes de arquitectura de la Universidad de Los Lagos y al final del día se llevó a cabo la ceremonia de premiación propiamente tal, la cual contó con la conducción de los presidentes zonales del Colegio de Arquitectos de Tarapacá, Javiera Salinas y de Aysén, Fernando Miranda. Edward Rojas, anterior Premio Nacional, hizo entrega de manera simbólica de sus libros editados a Miguel Lawner junto con realizar un discurso marcado por el énfasis al rol del arquitecto y la descentralización.
Las palabras de Lawner fueron un emotivo resumen de sus siete décadas de trabajo, el reconocimiento a sus pares, a su compañera y colega Anita Barrenechea y se refirió al contexto que vive el país en estos momentos, donde más que nunca los arquitectos debemos estar al tanto de lo que pasa, ser activos, políticos y comprometidos con las necesidades sociales, considerando que nuestras ciudades están consumidas por planificaciones deficientes y un mercado inmobiliario exacerbado que acentúa la segregación, la expulsión y la destrucción del medio ambiente junto con el patrimonio.
Miguel Lawner Steinman nació el año 1928 en Santiago, específicamente en el barrio Matta-Portugal, sector de la ciudad que caló hondo en su memoria y que décadas después plasmó en escritos y libros. Se formó como arquitecto en la Universidad de Chile ingresando a la Escuela de Arquitectura a mediados de la década de 1940 en un contexto de cambios profundos para la formación. Atrás quedaba el academicismo y las ideas historicistas de la arquitectura; el contacto con los ideales de la Bauhaus y la influencia de docentes arribados como Tibor Weiner junto con la incidencia de posturas políticas y la reacción a la segregación social y urbana que experimentaba el Chile de aquellos años, redefinieron la manera de entender la profesión y el cómo enseñarla en la Universidad de Chile.
Su proyecto de título realizado en conjunto con su compañera de proyectos y vida, Ana María Barrenechea, “Anita”, tuvo un importante desarrollo urbano y se enfocó en la creación de un poblado nacido al alero de un potencial Reforma Agraria, representó los ideales de ambos arquitectos que eventualmente establecieron una relación personal y además profesional, asociándose al también ex compañero Francisco Ehijo formando la oficina BEL Arquitectos.
Una de las tantas cualidades del ejercicio profesional, tanto de Lawner como de la generación que vivió la Reforma de 1945, es el trabajo en equipo. La asociación de arquitectos fue clave en la generación de proyectos emblemáticos a lo largo del país, muchos de ellos nacidos al alero de iniciativas estatales y concursos públicos. Arquitectos como Osvaldo Cáceres, Yolanda Schwartz, Abraham Schapira, Raquel Eskenazi, Alejandro Rodríguez, Maco Gutiérrez, Betty Fischman, Sergio González, Pedro Iribarne, Ricardo Tapia o los hermanos Mardones, tendieron a trabajar en equipos y a su vez trabajando colaborativamente entre ellos mismos, por ejemplo BEL Arquitectos asociados al grupo TAU de Sergio González y Pedro Iribarne con Jorge Poblete y los hermanos Mardones con el fin de desarrollar obras como el desaparecido INACAP de Talcahuano o la unión de BEL con los arquitectos Schwartz, Cáceres y Rodríguez en el proyecto del Colegio Universitario Regional de Temuco.
Lawner junto a sus colegas, también conocidos como la “aldea”, vivieron la era dorada de los concursos públicos, ganando varios asociados a la CORVI, edificios educacionales y equipamiento. Tanto Lawner como Barrenechea, además de dedicarse a proyectos, también iniciaron una labor docente y mantuvieron una fuerte afinidad política. Barrenechea por su parte se perfeccionó y realizó estudios de sociología, lo que la llevó a tener una comprensión más integral de los problemas que afectaban a la ciudad y la arquitectura.
Este esfuerzo por trabajar en equipo derivó no sólo en obras de arquitectura de calidad, sino además en iniciativas como la creación colectiva de la revista AUCA, la cual vio su primer número publicado en 1965. La publicación ha pasado a ser un hito dentro de la arquitectura chilena de la segunda mitad del siglo XX, siendo un testimonio de una época donde el urbanismo, la plástica, la composición, la estrecha relación con el arte y el detalle fueron algunas de las cualidades que marcaron la producción proyectual nacional. Los intereses de cada uno de los arquitectos que formaron parte del proyecto AUCA también quedaron plasmados. Por ejemplo, en el primer número nos podemos encontrar con el categórico artículo «La Realidad Habitacional en Chile» de Ana María Barrenechea, una revisión de la situación de la falta de vivienda en el país junto con la crisis del mercado, un artículo que si bien fue publicado en 1965, hoy en día suena más que contemporáneo.
En pleno gobierno de Frei Montalva se crearon el Ministerio de Vivienda y la Corporación de Mejoramiento Urbano, CORMU. Estos hechos ampliaron el espectro de construcción estatal en el país, extendiendo la labor llevada a cabo históricamente por la CORVI. Lawner asumió el cargo de Director Ejecutivo de la CORMU durante el gobierno de Salvador Allende y como tal, estuvo a la cabeza de varios proyectos tanto de vivienda social como de equipamiento urbano a lo largo del país, entre ellos Cuatro Álamos en Maipú o la emblemática Villa Compañero Carlos Cortés, más conocida como Villa San Luis, ubicada en Las Condes. Durante su período en la CORMU se enfrentó al desafío de la construcción del complejo para la UNCTAD III, referente clave de la arquitectura de ese momento en Chile.
En pleno gobierno de Frei Montalva se crearon el Ministerio de Vivienda y la Corporación de Mejoramiento Urbano, CORMU. Estos hechos ampliaron el espectro de construcción estatal en el país, extendiendo la labor llevada a cabo históricamente por la CORVI. Lawner asumió el cargo de Director Ejecutivo de la CORMU en noviembre de 1970 durante el gobierno de Salvador Allende y como tal, estuvo a la cabeza de varios proyectos tanto de vivienda social como de equipamiento urbano a lo largo del país, entre ellos Cuatro Álamos en Maipú o la emblemática Villa Compañero Carlos Cortés, más conocida como Villa San Luis, ubicada en Las Condes. Unos pocos nombres dentro de una extensa nómina que a lo largo del país brindo vivienda y espacios a la comunidad. Además de conjuntos residenciales y equipamientos, la participación de la CORMU se extendió además a los ya míticos balnearios populares, siendo un ejemplo local el desarrollado por el arquitecto Eckart Lengerich en Lenga. Mientras Lawner estaba a la cabeza de la CORMU a nivel nacional, sus compañeros de la «aldea» también tuvieron especial participación; Anita por su parte estuvo liderando el Sistema Nacional de Ahorro y Préstamo, (SINAP), Alejandro Rodríguez la Corporación de Servicios Habitacionales, (CORHABIT) y Osvaldo Cáceres se transformó en director de la CORMU en lo actualmente son las regiones del Biobío y Ñuble. En el ámbito local, la CORMU desarrolló el ya mencionado balneario de Lenga y remodelaciones como la Ñancahuazú en Penco, Baldomero Lillo en Lota, Schleyer en Chillán y en Concepción varias como 21 de Mayo, Pedro del Río, Eleuterio Ramírez (extensión de Remodelación Paicaví – otrora Concepción-) y la torre Ministro Carlos Cortez, una de las tres torres en altura realizadas por la CORMU en la zona junto a otras en Talcahuano y Chillán (actuales Prat y Rucamanqui respectivamente).
Durante su período en la CORMU se enfrentó al desafío de la construcción del complejo para la UNCTAD III, referente clave de la arquitectura de ese momento en Chile. Lawner coordinó los equipos de trabajo y el grupo de arquitectos que llevó a cabo esta tarea fueron José Covacevic, Hugo Gaggero, José Medina, Juan Echenique y Sergio González, los que crearon una propuesta que se construyó en 275 días. Otro hecho significativo dentro de la carrera de Lawner de aquel entonces, fue haber participado en la VIEXPO, Exposición de la Vivienda, llevada a cabo en noviembre de 1972 en la Quina Normal y dirigida por el arquitecto Abraham Schapira. La muestra de carácter internacional contó con la participación de más de una veintena de gobiernos y permitió además exhibir los avances de la CORMU en materia de vivienda. Fueron mil días de gobierno de la Unidad Popular y en cuanto a vivienda colectiva se realizaron notables aportes además de experimentaciones en torno a la vivienda económica, la integración social, las funciones dentro de barrios y la introducción de sistemas constructivos nuevos como el prefabricado,
Luego del Golpe de Estado de 1973, como muchos personeros de gobierno, Lawner debió dejar su cargo en la CORMU y fue posteriormente detenido al igual que varios de los arquitectos de esa generación, entre ellos Ana María Barrenechea, Osvaldo Cáceres (Director Regional CORMU en Concepción) y Alejandro Rodríguez, siendo este último uno de los ocho arquitectos desaparecidos durante la Dictadura. Lawner fue llevado a varios centros de detención, desde isla Dawson a Ritoque, en ellos vivió y fue testigo de innumerable vejaciones y actos en contra de los derechos humanos, hechos que retrató en sus dibujos que hoy un crudo testimonio de la sistemática violencia ejercida en aquella época.
La arquitectura también cambió, proyectos fueron abortados, la Villa San Luis, por ejemplo, fue desalojada y se generó un nuevo concepto en la construcción, en el concepto de vivienda social y en sí, la ciudad comenzó a ser vista con otros ojos. En ese contexto y libre del presidio, junto a Anita, emprendieron vuelo al exilio, estableciéndose en Dinamarca, país donde desarrollaron una carrera docente y además denunciando la situación que se vivía en aquel entonces en Chile. El registro acumulado en su mente de los sucesos vividos durante esos difíciles años desembocó en publicaciones como los libros “La vida a pesar de todo” y “Retorno a Dawson”. Estando en el país escandinavo, la dupla Barrenechea-Lawner se desempeñó en el ámbito docente, destacándose como profesores de alumnos de intercambio y ganándose un
El año 2013 se publicó su libro “Memorias de un arquitecto obstinado”, con trabajo editorial del arquitecto Pablo Fuentes y lanzado ese año en la Universidad del Bío Bío en una ceremonia cargada de nostalgia y sus vínculos con Concepción, aludiendo en repetidas ocasiones al arquitecto Alejandro Rodríguez Urzúa, compañero de generación, de la «aldea», destacado profesional y uno de los ocho arquitectos desaparecidos en Dictadura.
Su carrera ha sido reconocida en diversas oportunidades pero el Premio Nacional de Arquitectura engloba todas las cualidades y dimensiones de este profesional, diversas aristas que quedaron plasmadas en la muestra homenaje de su carrera originalmente expuesta en el GAM y que en diciembre se trasladó al centro cultural CECREA de Castro, donde el arquitecto en cuestión compartió con estudiantes, colegas y amigos, preparándose para la ceremonia de entrega del premio.
Algunos minutos antes del inicio de la premiación, Lawner se acercó a un grupo de estudiantes de arquitectura de la Universidad de Los Lagos para conversar sobre diversos temas, desde política al urbanismo, formando un ambiente de camaradería entre alumnos y docentes. Es importante destacar la cercanía de Lawner con cualquiera que quiera conversar, investigar o compartir un rato con él, para Historia Arquitectónica de Concepción ha sido siempre un aliado y un colaborador notable.
La premiación contó con la participación del anterior Premio Nacional de Arquitectura, Edward Rojas, quien además de compartir diversas aproximaciones de la profesión y la política coincidiendo con el contexto nacional, hizo un regalo simbólico a Lawner, la entrega de todos los libros editados por él, pasando la posta de un premio a otro.
Nuevamente, el aspecto de trabajo colaborativo estuvo presente, esta vez en su discurso. Más allá de hablar de los proyectos realizados y de las décadas de trabajo, Lawner no dejó fuera a su «aldea», aludiendo a colegas y amigos, mencionando procesos vividos además de establecer paralelos con el contexto del estallido social. Es más, si vemos de cerca la situación de la vivienda y la arquitectura en el contexto actual, nos damos cuenta que son unas de tantas aristas que demuestran la desigualdad que vivimos día a día. Hoy, la vivienda ya no es vista como el «sueño de la casa propia», es vista como una mera inversión, sin pensar en el habitar, sin pensar en el contexto o las consecuencias que los agresivos y ambiciosos proyectos inmobiliarios tengan en la ciudad, ya que lamentablemente los planes reguladores tienden a favorecer a este tipo de empresas. Lawner ha sido un defensor de la ciudad, así como además ha luchado por los derechos humanos. Hemos visto cómo las ciudades se han plagado de torres donde la planificación y el diseño se han convertido en labores secundarias, dejando la codicia como primera opción, con un mercado de suelo que deja residencias cada vez más caras y con dimensiones cada vez más indignas. Si trasladamos la situación a Concepción, es evidente la asociatividad de las inmobiliarias y cómo de manera grupal juegan con los deseos de la población. Nichos concentrados en vertical que no ofrecen nada que podamos rescatar más allá de vender ilusiones de quinchos, gimnasios e ideas de departamentos pilotos que parecen sacados todos de «Homy» o un intento aspiracional de Ikea.
Podemos estar escribiendo infinitamente sobre la obra de Miguel Lawner, para quien prepara esta página y que en su formación tuvo que hacer proyectos tan… ridículos como hoteles de lujo, club houses o restobares, conversar con arquitectos de la talla de Lawner o simplemente conocer su postura y proyectos, es una experiencia que equivale a un taller de arquitectura. Si bien los tiempos son cada vez más desafiantes y al parecer hay una sensación generalizada de egoísmo y despreocupación por el otro en esta sociedad neoliberal donde la misma arquitectura está en un limbo, es preciso que nosotros comencemos a tomar conciencia sobre la ciudad y los problemas que la aquejan. Los arquitectos somos piezas relevantes en la construcción social y urbana, no actores secundarios que tomamos palco de los procesos, somos agentes de cambio y la generación de Lawner y sus colegas nos da una lección bastante explícita de lo que significa proyectar y construir con ideales.
Son varias décadas de trabajo y una infinidad de obras que claramente no cabrían en este artículo. Lo que sí podemos decir es simplemente ¡Felicitaciones Miguel! y muchas gracias por todo lo que ha aportado a la arquitectura nacional. El seguimiento e interés que su figura ha generado en los más jóvenes es notorio y cada vez que este arquitecto hace un evento o asiste a alguna instancia, son los más jóvenes y los estudiantes los que se acercan, ávidos por aprender.